Vivimos en una época donde la imagen pesa más que las palabras. Las redes sociales, la moda y los estándares de belleza globalizados han creado una presión silenciosa: la de tener el cuerpo “correcto”. Lo que parece una simple aspiración estética, en realidad es una fuente constante de ansiedad, frustración y dolor para millones de personas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2024), los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) afectan a más de 70 millones de personas en el mundo, siendo la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón los más comunes. En América Latina, las cifras han crecido especialmente entre adolescentes y mujeres jóvenes, aunque cada vez se reportan más casos en hombres y adultos.
En Colombia, la Asociación Colombiana de Psiquiatría estima que cerca del 4% de los jóvenes entre 13 y 25 años ha presentado algún tipo de conducta alimentaria de riesgo, y que la exposición continua a redes sociales aumenta significativamente la insatisfacción corporal.
La dictadura de la imagen
El ideal del cuerpo perfecto no nace en el espejo, sino en la pantalla. Cada “scroll” en redes sociales expone a millones de usuarios a imágenes cuidadosamente editadas, filtros que borran imperfecciones y mensajes que asocian la delgadez o la musculatura extrema con éxito y felicidad.
Esa constante comparación genera una sensación de insuficiencia: “no soy suficiente, no me veo como debería”.
Así, lo que inicia como un deseo por “mejorar” la apariencia se transforma, lentamente, en un diálogo interno violento.
El Instituto Nacional de Salud Mental advierte que el 72% de los jóvenes entre 15 y 25 años reporta sentirse insatisfecho con su cuerpo. Esta insatisfacción se asocia directamente con depresión, ansiedad, baja autoestima y, en muchos casos, con el desarrollo de trastornos alimenticios.
Cuando el cuerpo habla lo que la mente calla
Los trastornos alimenticios no se tratan de comida. Se tratan de control, de miedo, de autoexigencia. De querer alcanzar una imagen que nunca parece suficiente.
La anorexia, por ejemplo, se alimenta del miedo a engordar. La bulimia mezcla culpa y perfeccionismo. El trastorno por atracón busca llenar vacíos emocionales que la mente no logra procesar.
Detrás de cada uno hay un conflicto profundo con la propia identidad.
No es una cuestión de vanidad, sino de dolor.
Y ese dolor se amplifica cuando el entorno responde con juicios: “come más”, “deberías bajar de peso”, “tienes que cuidarte”. Frases que, lejos de ayudar, reafirman la idea de que el valor de una persona depende de su apariencia.
La herida invisible de la comparación
El problema no es mirarse al espejo, sino hacerlo desde la comparación.
Compararse con cuerpos irreales —editados, filtrados, fabricados para vender— genera un diálogo interno lleno de culpa y auto rechazo.
El cuerpo deja de sentirse como hogar y se convierte en un enemigo que hay que controlar o castigar.
Y cuando el cuerpo duele, la mente se apaga.
Romper el ciclo: hacia una relación sana con el cuerpo
Recuperar una relación saludable con el cuerpo implica más que dejar de contar calorías.
Requiere sanar la forma en que nos hablamos, desaprender el ideal imposible que nos impusieron y volver a conectar con lo que somos, más allá de lo que mostramos.
Algunas claves para empezar:
- Cuestionar lo que consumimos digitalmente. No todo lo que inspira en redes es real.
- Buscar acompañamiento profesional. La terapia psicológica o nutricional especializada puede salvar vidas.
- Practicar el autocuidado sin exigencia. Comer bien, descansar, moverse y permitirse disfrutar.
- Rodearse de entornos positivos. Personas que no juzgan el cuerpo, sino que valoran el ser.
- Aceptar la imperfección como parte de la humanidad. Lo real también es hermoso.
Una mirada más humana
El cuerpo es solo una parte de quiénes somos, no nuestra definición completa.
Por eso, iniciativas de acompañamiento emocional y mentoría, como las impulsadas por ANORMAL, buscan reconectar a las personas con su identidad más allá de la apariencia, ayudándolas a construir autoestima desde el ser, no desde el espejo.
Porque sanar la mente también es reconciliarse con el cuerpo.
Y entender que la belleza no se encuentra en la perfección, sino en la autenticidad.
Un mensaje final
Los trastornos alimenticios no se resuelven con dietas ni con frases motivacionales.
Se sanan con escucha, empatía y acompañamiento real.
El cuerpo no necesita aprobación, necesita cuidado.
Y la mente, más que control, necesita compasión.
💚 Cuidar lo que piensas de ti mismo también es cuidar tu salud mental.
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